sábado, 6 de marzo de 2010

Jesús nos cuida y espera nuestros frutos

Domingo III Cuaresma. Ciclo C
Ex 3, 1-8a.13-15; Sal 102, 1-8.11; 1Co 10, 1-6.10-12; Lc 13, 1-9

En nuestro camino hacia la Pascua, hemos pasado por las tentaciones del mismo Hijo de Dios vencidas por haber puesto su confianza en el Padre. Y así continuamos nuestro itinerario cuaresmal de conversión teniendo la figura de Abraham como el padre de los creyentes.

Y compartida la transfiguración del Señor, aceptando la cruz para vivir la gloria de su resurrección. En este tercer domingo, contemplamos esa zarza ardiendo fundamental dentro de la Biblia y en la fe de Israel y de la Iglesia. Dios siempre toma la iniciativa y llama a Moisés para que vaya en nombre suyo. Dios se hace presente en la vida de cada uno de nosotros y nos muestra su poder a través de su misericordia y por la fidelidad a la promesa hecha de salvarnos. Ya san Pablo nos recuerda cómo la propia vida del pueblo con Moisés en el desierto se escribió para que nos sirviera de escarmiento para nosotros.

Por eso el Apóstol nos llama en este tiempo de Cuaresma, y siempre, a tomar en serio la escucha y la meditación de la Palabra de Dios, pero no para que se quede en una bonita reflexión, sino para sacar consecuencias concretas para nuestra vida. Somos invitados a cambiar nuestras actitudes, pero siempre desde la misericordia de Dios, y así el mismo Jesús, nos hace recapacitar para que todos los acontecimientos de nuestra historia de salvación concreta los miremos en clave de llamada de Dios para la conversión.

Dar fruto nos pide el Señor, cavar la higuera, cavar en nuestro corazón para que vaya dando frutos que correspondan con lo que el dueño de la viña quiere. La conversión es fruto de un trabajo doble: Mirar a Dios y Dejarse transformar por Él. El dueño de la viña tiene paciencia con nosotros, pero no abusemos de esa misericordia y pongamos todo nuestro empeño en la manera de abonar, cavar y regar la viña de nuestra vida.

Muchos nos creemos seguros, buenos cristianos, ya lo hemos conseguido todo: ¡Cuidado no caigas! Hoy Dios nos llama a todos hacia la Pascua definitiva. Nuestra salvación está en juego. Se necesita la carta de la conversión. Convertirse es creer en Dios, es escuchar su palabra, es reconocer su presencia en medio de cada acontecimiento, unos buenos y otros no tan buenos, pero como veíamos el domingo pasado, todo termina participando de la gloria de Dios.

En esta cuaresma miremos a María, aprendamos de sus actitudes, en ella vemos coronada la vida de Dios. Dejémonos guiar por el Espíritu Santo, para que nos conceda poder trabajar por el reino haciendo que la higuera dé fruto y no quede estéril. Cada uno sabemos lo que en nuestra vida debemos cambiar.

Gonzalo Martín Fernández, sacerdote

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