sábado, 27 de febrero de 2010

Subamos al Tabor

Domingo II Cuaresma. Ciclo C
Gn 15, 5-12.17-18; Sal 26, 1.7-14; Flp 3, 17 - 4,1; Lc 9, 28b-36

La Cuaresma es una peregrinación hacia la Pascua que sitúa su punto de partida en la alianza que Dios ha hecho con el hombre, y cada Eucaristía es un don precioso para la Iglesia porque necesitamos la presencia del Señor en medio de nosotros para mantenernos como hombres esperanzados en medio de nuestro mundo. Hoy somos convocados, una vez más, para escuchar la Palabra de Dios y participar en la “fracción del pan”, en este Segundo Domingo de Cuaresma donde se nos presenta la Transfiguración del Señor.

Ser cristianos exige de nosotros creer en Dios y fiarnos de Dios, como lo hizo Abrahán, el padre de los creyentes. El prototipo del creyente que escucha y cree en las promesas de Dios es Abrahán y es lo que hemos escuchado en la primera lectura del libro del Génesis: Abrahán escucha y acepta el plan de Dios. Cree, acepta y vive lo que Dios le propone. Qué ejemplar enseñanza para cada uno de nosotros, en nuestro camino de fe. En la segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Filipenses, vemos que Pablo se encuentra en la cárcel y habla de su tristeza al ver a algunas personas centrarse en el presente y rechazar el camino trazado por Cristo.

Cuántas veces nos dejamos conducir por nuestros instintos más primarios en lugar de abrirnos a la vida nueva que el Señor nos ofrece diariamente. San Pablo nos invita a no desanimarnos y a permanecer firmes en el camino emprendido. Y, en el evangelio, san Lucas nos presenta el relato de la Transfiguración: es el momento en el que se anticipa la gloria del Señor en el camino a Jerusalén. Cristo no nos engaña; el camino para la glorificación pasará por el sacrificio en la cruz. En el monte Tabor, Jesús aparece con Elías y Moisés que conversan con Él.

Jesús los supera, llevando a plenitud la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento. Así vemos que Elías representa los profetas y Moisés representa la Ley del Antiguo Testamento. La actitud del creyente ante “El Hijo amado de Dios”, Jesucristo, es escuchar. Esa es hoy nuestra tarea. Es necesario superar la tentación del espiritualismo que se desentiende de la vida concreta y del mundo, el divorcio entre la fe y la vida... Hoy tendríamos que suplicar, con verdadero deseo, que nuestra actitud de creyentes nos lleve por sendas de conversión para escuchar a Jesucristo y dar testimonio de Él. Pidamos en nuestra oración que el Espíritu Santo nos dé la fortaleza para que nada pueda apartarnos del amor de Dios, manifestado de una manera especial en cada Eucaristía.

Contemplemos a María para que nos enseñe a mirar a Cristo y peregrinar en esta Cuaresma hacia la Pascua. No nos quedemos ensimismados en nosotros mismos sino que creyendo, aceptando y viviendo lo que Dios nos propone, demos un gozoso testimonio de nuestra fe en cada momento de la vida.

Gonzalo Martín Fernández, sacerdote

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