sábado, 21 de noviembre de 2009

Mi Reino no es de este mundo


Domingo T. Ordinario. Ciclo B
Dn 7, 13-14; Sal 92, 1-2.5; Ap 1, 6-8; Jn18, 33b-37

Celebramos el último domingo del Año Litúrgico, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Preguntado por Pilatos, Jesús afirma: “Sí, soy Rey”. Este lenguaje de la realeza en Jesús, a veces mal comprendido, no pretende imponer un estilo de “estar Jesús entre nosotros como los reyes de este mundo”. Se trata de reforzar una idea clave: sobre el mundo, sobre la vida y la muerte, hay alguien que domina, Dios y su enviado Jesucristo.

Porque como dice el libro del Apocalipsis, el Señor que viene es “Alfa y Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”. Así lo confirma también el profeta Daniel: “Su poder es eterno y su reino no acabará”.

Este poder real de Jesús, el Salvador del mundo, no es motivo de miedo o sumisión irracional sino causa de ilusión y esperanza gozosa: Con este mensaje comprendemos que hay algo más allá del caos o el sin sentido, algo eterno que acepta los cambios pero que impide la destrucción total: Jesús, hombre como los hombres, Hijo de Dios, que reinando sobre el Universo y la muerte, nos espera en un abrazo de vida eterna.

Un Rey que tiene señorío sobre la vida y la muerte y que nos aguarda al final de la vida para hacer un balance y Juicio Final. Jesús explica, en otro pasaje del evangelio, el motivo de la justificación o la condena: quien ha amado y ha visto el rostro de Dios en el pobre, será salvado por el Amor de Dios; quien no ha amado y vivió en egoísmo, buscó su propia condena.

Por ello, recomienda: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. EXAMINADOS DEL A M O R ¡Al final de la vida seremos examinados del amor! dice el místico Juan de la Cruz. Sabemos, pues, la pregunta del examen y estamos invitados a practicar cada día su ejercicio para entrar triunfantes con Jesús en su Reino. Dios, que nos amó primero, nos ha librado del pecado y la perdición por la muerte de su Hijo Jesucristo que ahora, constituido en Rey del Universo, se nos ofrece como fuente generosa de salvación.

Alfonso Crespo, sacerdote

No hay comentarios:

Publicar un comentario